Los historiadores sostienen que esta pintoresca localidad, alargada sobre una terraza de toba entre dos afluentes del río Isclero y no lejos del monte Taburno, surgió en el sitio de la ciudad samnita de Saticula, convertida en colonia romana en el 313 a.C.
Las calles interiores siguen siendo a escala humana: recorrer a pie estas características callejuelas y descubrir las plazas que se abren de repente, los monumentos y los palacios que se alzan majestuosos al salir de los estrechos callejones, es un placer para la vista y para la mente.
Pero Sant’Agata de’ Goti no es solo historia, también es naturaleza verde y virgen, en la que sumergirse para vivir experiencias únicas, adecuadas para todos los gustos y todos los niveles.
Un territorio fuera del tiempo, donde se entrelazan historia, arte, naturaleza y enogastronomía.